En evidente relación con la presencia de agua y milenarias rutas caravaneras que surcaban los caminos del desierto uniendo Costa y Cordillera, los Geoglifos de Tarapacá representan la voluntad humana de identificarse con el gran Desierto de Atacama y que hoy permiten vincular pasado y presente a través del patrimonio, la cultura y la naturaleza.
En evidente relación con la presencia de agua y milenarias rutas caravaneras que surcaban los caminos del desierto uniendo Costa y Cordillera, los Geoglifos de Tarapacá representan la voluntad humana de identificarse con el gran Desierto de Atacama y que hoy permiten vincular pasado y presente a través del patrimonio, la cultura y la naturaleza.
Tanto el origen como la función de estas manifestaciones grandiosas incluyen preguntas sin respuestas precisas, como un misterio que hace crepitar la imaginación. Las teorías que los explican abarcan más de un siglo y las primeras menciones son de personajes relacionados al salitre, como John Blake y William Bollaert, hacia la segunda mitad del siglo XIX. En la década del ‘60 se marcó un hito al acuñarse el término “geoglifo” por la destacada arqueóloga chileno-austriaca Grete Monstny.