Patrimonio Natural

La geomorfología donde se emplazan los geoglifos de Tarapacá está caracterizada, en el límite norte, sector de la quebrada de Chiza, por ser un área dividida por cañones profundos de hasta 700 metros de profundidad. Desde la quebrada de Tiliviche, en contraste, aparece el desierto en toda su agresividad, constituido principalmente por un gran glacis de sedimentación, conocido como Pampa del Tamarugal.

En la Pampa del Tamarugal las quebradas solo tienen su desembocadura en el desierto (endorreicas) con napas freáticas subterráneas que posibilitan la presencia de los bosques de tamarugos (endémicos), y en menor proporción de algarrobos y otras especies del género Prosopis. Estas condiciones facultan la existencia de avifauna como aguiluchos, comesebo
del tamarugo (endémica), lechuzas, pequén, el jote cabeza roja; además de zorro culpeo y zorro chilla.

No dejan de sorprender estas formaciones vegetales, considerando la extrema aridez, con
precipitaciones anuales de prácticamente 0 mm, y la gran oscilación térmica, con una temperatura media de 18° C. 

En la zona también existen suelos arenosos que favorecen la agricultura, en oasis como Pica y Matilla. Ramaditas muestra evidencia de extensos paleocampos de cultivo y sistemas de regadío que hace suponer la disponibilidad de volúmenes de agua significativos en el pasado.

Ramaditas © Gerhard Hüdepohl

Este conjunto de características naturales, ayudan a comprender los trazados de las rutas
caravaneras antiguas, y de ahí, el emplazamiento de los geoglifos.

Es llamativo el profundo conocimiento que los pueblos originarios poseían de su entorno, pues generalmente aprovecharon terrenos pedregosos de alto contraste para figuras por raspado o extracción y terrenos sin piedras o de escaso contraste para figuras por acumulación o adición.

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