OPINIÓN | El conocedor incansable del desierto

Por Juan Ignacio Boudon, director regional de CONAF y director de Fundación Geoglifos de Tarapacá. *Columna de opinión publicada el 14 de febrero de 2022, en La Estrella de Iquique.

Esta semana, se cumple un año desde que falleciera Luis Briones, pionero en el estudio de los geoglifos del norte de Chile. A él debemos gran parte del conocimiento existente en torno al arte rupestre e historia prehispánica tarapaqueña.

Siendo esta zona del país la que presenta mayor abundancia de estas manifestaciones, los geoglifos solo habían sido descritos por viajeros y estudiosos del siglo XIX y XX, pero no fue hasta la década de 1970, que Luis Briones comenzó con las primeras sistematizaciones de estas icónicas figuras. De esta forma, no solo abrió una línea de investigación posicionando a los geoglifos como un artefacto cultural a ser estudiado desde una perspectiva arqueológica, sino que instauró una metodología de registro, restauración y conservación sin precedentes, que sigue siendo utilizada hasta el día de hoy.

Desde niño se interesó en los vestigios arqueológicos y se hizo preguntas sobre su existencia. Su capacidad de observación y de análisis, se tradujo en una intuición especial para encontrar geoglifos.

Nació en Pedro de Valdivia, vivió su niñez en Pica y su juventud en Iquique. En Santiago estudió artes plásticas en la Universidad de Chile, además de arqueología. Desde 1974 vivió en Arica, donde fue nombrado como Hijo Ilustre. Este sabio de Pica fue profesor de la Universidad de Chile, sede Arica y luego profesor de la Universidad de Tarapacá.

El año 2010 dejó su quehacer como investigador en el Museo de San Miguel de Azapa, para volver a sus raíces en el Tamarugal. En el último tiempo, trabajó en el Museo de Pica donde siguió investigando los vestigios de los antiguos tarapaqueños, poniendo especial acento en las rutas ancestrales que unían las zonas pobladas del territorio.

Su dedicación a la defensa y difusión de los geoglifos y del patrimonio arqueológico, lo hicieron merecedor del Premio Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural de Chile, destinado a quienes “contribuyen significativamente al rescate y puesta en valor de la memoria patrimonial del país”. A un año de su partida, recordamos y homenajeamos su pasión por el desierto, y el valioso legado heredado para la arqueología, la cultura y el arte. 

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